Abrirse, Rajarse

Dicen que entre hombres las cosas son claras y directas, que no hay secretos entre nosotros, pero la realidad es otra. La realidad es que tampoco entre nosotros es fácil abrirnos.

Desde pequeños nos enseñaron que los hombres no se rajan. Rajarse, abrirse, eso siempre ha sido cosa de mujeres, nuestro silencio es cosa de machos, no lo compartimos con nadie, por mas que las palabras nos ahoguen, nos compriman en pecho, tenemos que ser fuertes y salir solos adelante.


Hablar con franqueza podría ser el camino correcto para comunicarnos, pero, ¿que hombre quiere ser correcto por encima de ser hombres?

Si un hombre pudiera gritar a los cuatro vientos lo que trae por dentro, sacarse de encima lo que realmente siente, la gente, perdón, las mujeres se llevarían grandes sorpresas.

Pero ese mundo no existe, existe el del hombre y sus secretos, el que no tiene mas remedio que hablarse a sí mismo y encontrar dentro de él las armas para enfrentarse a la vida como un embustero, un jugador o un maestro en mostrar la mejor cara que tienes, una cara por fuera, una verdad inconfensable por dentro.

El corazón

En términos anatómicos, el corazón es un músculo que se encarga de bombear sangre al cuerpo, en términos metafóricos es el asiento de las emociones mas nobles, el valor, la fuerza, el arrojo.

Y aunque haya quién prefiera depositar tales virtudes en organos mas prosaicos,  la verdad es que las mejores cosas de que somos capaces, las que nos enaltecen, solo pueden surgir de eso que llamamos, corazón.

En el caso del corazón, el tamaño y la consistencia si importan, no es lo mismo corazón de pollo que corazón de león, no es lo mismo el corazón endurecido de la amargura que el suave corazón de la inocencia.

El tamaño del corazón si importa, debe ser grande, generoso, debe latir con fuerza y valor, hasta que sintamos que nos puede reventar el pecho.

Ser Hombre

-¿Cuál es la diferencia entre un niño y un hombre? 
-Antes, decían que era cuestión de pasar de pantaloncillos cortos a largos. Ojalá fuera así de simple. 
En teoría, a diferencia de un niño, un hombre es capaz de tomar las riendas de su vida y cobijar bajo su ala protectora a los suyos con decisión, valor y fortaleza. El problema con las teorías es que son tan, pero tan difíciles de demostrar. 

-¿Que nos hace hombres?
La apariencia, la actitud, nuestro don de mando, nuestra fuerza física, tal vez sea simplemente decir abiertamente lo que sentimos, sin reclamos, sin esperar que nos apapachen como cuando éramos niños. 

Ser hombres es preocuparnos por los demás pero sin perder los estribos, sin dejarnos llevar por el miedo. Aunque de nuevo me quedo con la pregunta en el aire:
 - ¿A quién demonios se le ocurrió que la valentía, el coraje y la fuerza son cualidades propias de los hombres?
Seguramente a alguien que no conoció a una mujer o uno de esos que piensan que la fuerza física es razón o sinrazón suficiente para someter la dignidad, el cuerpo, la inocencia de una mujer, para ejercer sobre ella su patético poder. 
- ¿Qué es lo que realmente nos hace hombres? Cualquier cosa, menos ser el más fuerte. 

Las lágrimas de un Hombre

Una mujer hecha un mar de lágrimas es mas atemorizante para un hombre que la noticia de un tsunami que se avecina, tanto que daríamos cualquier cosa para no estar ahí cuando ocurre.

Cuando las oímos llorar no sabemos discernir si sus lágrimas son sinceras o si lloran por que como dicen "es la naturaleza femenina". De cualquier forma tenemos la sensación de que si hacemos caso a tanto llanto, podemos salir perdiendo y es cuando solo nos queda hacer la graciosa huída.

Pero si las lágrimas de una mujer nos asustan, las propias son algo, simplemente impensable.

Lloran los niños, lloran las mujeres, llora el cielo, pero un hombre, no. Los hombres no lloramos ni aunque las heridas vuelvan a abrirse una y otra vez.
- ¿Cuándo es que dejamos de llorar?
- ¿En qué momento de nuestras vidas decidimos que el llanto nos hace menos hombres?
No llorar, actuar, para que al menos un momento olvidemos que somos mas frágiles que la lágrima que tanto trabajo nos costo contener.

Ojos que no ven, corazón que no siente

Hay muchas cosas que no queremos saber, que intuimos que pasan pero que preferimos ignorar para seguir viviendo, a final de cuentas "ojos que no ven, corazón que no siente".
Aunque nuestra cabeza nos diga, abre los ojos, no te engañes, preferimos vivir dormidos que morir despiertos. 

Nos gusta tratar de engañarnos, pensando que "ojos que no ven, corazón que no siente", pero entonces un día, descubrimos que ni dejamos ni de sentir ni de ver y que nuestra ceguera solo nos metió en un laberinto al que ya no le vemos salida. 

El más fuerte

Desde la época de las cavernas, la humanidad se ha regido por la ley del más fuerte. 

Todos queremos ser el más fuerte,  imponer nuestro control para que no nos controlen y pensamos que el más fuerte es el que ordena, pero eso no es exactamente cierto, el más fuerte es que acaba decidiendo qué y cómo se resuelven las cosas, le pese a quién le pese.

La ley del más fuerte no la impone quién grita más o golpea mas, sino generalmente quien sabe aprovechar mejor las debilidades ajenas. 

Pero también hay quienes saben imponerse convirtiendo sus propias debilidades en fortalezas y es entonces que los débiles terminamos siendo nosotros, los que por más que pregonemos ser los fuertes, los que nos sentimos destinados a mandar y a controlar, acabamos con una rodilla en el suelo.

Las apariencias

Desde pequeños nos enseñan a disimular, a callarnos, a comportarnos como el otro cree que debemos comportarnos, a mantener las apariencias. Luego de años y años de entrenamiento los Camacho nos convertimos en verdaderos maestros en el arte de guardar las apariencias, pero la vida a veces es mas fuerte que las mentiras que mantenemos para sobrellevarla, y es entonces que las apariencias revientan, dejándonos completamente desnudos, indefensos ante verdades que no sabemos ni podemos enfrentar.
Es cierto, las apariencias nos encubren, nos protegen ante los demás de nuestros dolores mas profundos y nuestros secretos mas oscuros, pero también son un arma de doble filo, las apariencias engañan para bien o para mal.

Los hombres somos prácticos

Dicen que los hombres somos prácticos, que sabemos resolver las cosas, pero si uno pudiera decir lo que está sintiendo mientras las resuelve, diría ¿Por qué yo?
A fin de cuentas, resolver cosas es nuestra manera de quitarnos de encima, momentos que no podemos soportar.
Ser prácticos, realistas y eficientes es la mejor forma en que los hombres podemos hacer a un lado los sentimientos.
Los hombres somos tan hábiles que hasta nos creemos capaces hasta de sacar un clavo con otro clavo. El problema viene cuando el clavo está tan adentro, que sacarlo significaría dejar un agujero demasiado profundo, y difícil de llenar.
Ser práctico, directo y salir avante ante cualquier adversidad, no importa que los sentimientos y las emociones nos coman por dentro.

Guardar las apariencias

No hay nada mas incómodo para un Camacho que dar un espectáculo, o hacer un numerito, como se dice vulgarmente.
Primero muertos, antes que poner en evidencia nuestras debilidades, nuestra inseguridad, no señor, más vale volverse de piedra, que bajar la guardia.
A fin de cuentas, sabemos que siempre tendremos el espacio donde hacer nuestro numerito, en privado. 

Los Camacho crecimos entre muchas consignas, una de ellas fue
- ¡Nunca den un espectáculo!
No es una premisa tan mala, despues de todo. La verdad, para eso están los toros, el box, la lucha libre y ahora, hasta el futbol.
El problema es cuando el espectáculo se instala en nuestras vidas y nos obliga a dejar de ser espectadores, para convertirnos en actores. Algunos, tal vez lo logren con éxito, otros en cambio, terminamos sucumbiendo ante el pánico escénico. Aunque nos moleste, como dicen los de la farándula, "El espectáculo debe continuar". 

El Abandono

No todos los hombres reaccionamos igual ante el abandono de una mujer.
El camino mas fácil es la negación, el fingir que no pasa nada, que el abismo bajo los pies no es mas que un pequeño bache en el camino, si bien la mayoría opta por regodearse en las oscuras aguas del azote, yo prefiero subirme la moral repitiéndome como mantra dos sublimes frases:
- "Más vale solo que mal acompañado" y
- "El perro es el mejor amigo del hombre".
Aunque las frases no sirven de nada cuando te topas con recuerdo que no puedes tirar a la basura. Cosas como el vacío de un closet, ¿Cómo carajos tiras a la basura el vacío de un closet?


Es irónico, pero cuando nos quedamos solos, perdón, cuando nos dejan, todas las demás personas del mundo parecen tener alguien que los ama, menos uno.
El abandono es una herida que escondemos, duele tanto que a veces vamos por ahí buscando curación. A mi juicio, no hay cura para el abandono. Por mucho que juguemos a no estar solos, lo estaremos cuando pasen esos cinco minutos de espejismo.
Se necesita ser un poco necio para creer que el amor puede durar. Como todas las cosas, envejecen y se disuelven en el  tiempo por mas que queramos conservarlas para siempre.
En fin, no, no hay cura para el abandono, lo que hay son algunos placebos y como dice mi Padre, Doctor, Hombre recto y de ideas inamovibles, graves efectos secundarios.

Silvia

- Treinta y cinco años, tu te has puesto a contar ¿Cuántos días hay en 35 años? Son trece mil setecientos ochenta días a tu lado.
 - Quiero decirles que me casé ilusionada y profundamente enamorada, que la vida me regaló cuatro hijos, Álvaro, Julián, Bruno, y más tarde llegaste tu, Dante.
 - Durante muchos años caminé al lado de ustedes, haciendo de mi vida parte de su vida, hasta que finalmente se convirtieron en unos profesionistas, pero sé que la vida aun tiene para ustedes muchas lecciones, antes de que puedan considerarse verdaderamente unos hombres. 
- Solamente ayer, yo iba a asistir a una boda y me encontré con una mujer que ante el altar pudo decir, ¡No acepto!, porque tuvo la fortuna de ver en un instante lo que podía ser su vida de haber dicho que si. 
- Yo te pregunto ahora Agustín ¿En qué momento permitimos que nuestra vida se convirtiera en algo tan gris, tan rutinario? ¿En que momento comenzamos a sentir esta incomodidad al lado uno del otro? ¿Cuándo decidí guardar a Silvia en un cajón para convertirme en esa mujer detrás de ese gran hombre? 
- Tal vez no seas tu, tal vez soy solo yo, yo la que ya no quiere, la que ya no puede. Se acabó, se acabó Agustín. Y ahora me van a perdonar pero, me tengo que ir. 
- Yo, yo voy a sacar a Silvia del cajón.   

El Sexo Débil, Inicio

Hay de esperas a esperas, las soportables y esta, la de un hombre con un ramo de flores en un aeropuerto, sabiendo que la novia se fue sola tres semanas a París.
- París, ¿Quién fue el imbécil que la dejo ir fingiéndose open mind?
- Yo, Dante Camacho.
Las preguntas son inevitables:
- ¿Conoció a alguien en el viaje?
- ¿Vendrá cambiada?
- ¿Me engaño con un desconocido?
- ¿Me estará engañando ahora mismo?
- Sí idiota, abre los ojos, te está engañando.

Epidemia, complot, psicosis colectiva, maldición o pura pinche mala suerte. No lo sé, el caso es que un buen día, todas las mujeres de los Camacho, decidieron abandonarnos. Si seremos pendejos.

El Sexo Débil: Álvaro

Álvaro Camacho, ginecólogo, le gusta la idea de traer vidas al mundo, desde muy pequeño, su padre le dejo claro que la presentación de un caballero debe ser impecable. Álvaro siempre soñó con una familia modelo y una mujer dedicada a las obligaciones del hogar. Ella cuida del hogar pero además tiene otras aspiraciones. Álvaro odia las yemas rotas. Su esposa es una mujer con un gran talento y una carrera prometedora. Desafortunadamente Álvaro asegura que ese talento es una distracción para lo que el considera sus verdaderas obligaciones. La verdad es que Álvaro no soporta la competencia. Álvaro es mi hermano, un hombre inseguro que como cualquier otro macho puede sentirse amenazado ante una mujer exitosa. Si no dejamos de ser machos, seguiremos siendo El Sexo Débil...